Claudia, una de las amigas a quien le hice la encuesta sobre la Oda a la Infidelidad de Florence Thomas, está radicada en Francia, en una ciudad pequeña. Allí dicta clases de español a un grupo de retirados. Le pareció interesante organizar una discusión en su clase, provocándola con el mismo texto que había recibido. Puesto que allá a la líder del feminismo nacional no la conocen, Claudia tuvo la brillante idea de hacerles otro ejercicio, que consistió en darles la frase sin decirles quien era su autor, y pedirles que trataran de imaginar al personaje que la había escrito.
El perfil que Claudia me hizo de sus alumnos es interesante. Son más mujeres que hombres, 18 contra 5. Tanto ellas como ellos trabajaron toda su vida y una alta proporción fueron educadores. El magisterio francés no alcanza a ser tan combativo como los cheminots (ferrocarrileros) pero está lejos de ser un segmento retrógrado. Por el contrario, protestan y hacen huelga con frecuencia. Entre los alumnos, laicos y rabiosamente republicanos, predominan los socialistas sobre los sarkozystas. A los más izquierdosos Claudia ha tenido que convencerlos de que no metan en el mismo saco a García Lorca, al Che Guevara y a las FARC. Saben más de Ingrid que de la Colombie. De todas maneras, su nivel cultural es alto. Claudia anota que en la universidad no aprendió tanto de literatura y poesía como en cuatro años con esos alumnos. Algunos son viajados y, a pesar de Obama, siguen siendo anti gringos. Con la excepción de una lesbiana canosa, todos tienen hijos y ya son abuelos. Varias de las mujeres son Susanitas tardías, consintiendo y disfrutando a sus nietos. Pero no dejaron de ser Mafaldas, y a la Academia en donde toman las clases de español, asisten varias veces a la semana. Van a otros cursos, de pintura, cerámica, música, vitrales o crítica literaria. Varios se reúnen semanalmente para un Café de Philosophie, con la profesora de uno de los liceos. En sus hogares persiste una leve especialización entre el bricolage de ellos y el ménage de ellas pero no es un tema que se debata con frecuencia ni genere recelos. Después de la descripción de Claudia, no me pareció arriesgado pensar que, sin ser escandinavos, se trata de un grupo de personas en el que se lograron suavizar los efectos más noscivos del machismo.
Antes de abrir el debate sobre la infidelidad Claudia les dio una hoja con la frase, en la que les hacía unas preguntas cerradas acerca del autor que imaginaban, y les pedía al final que escribieran unos rasgos básicos de esa persona. Aquí sobran los comentarios. El ejercicio que hemos hecho con Claudia es de simple transcripción. El perfil "promedio" del ensayista que surgió de la encuesta y del debate posterior es, más o menos, el de un hombre del sur de Europa o América Latina, contemporáneo (o del siglo XVIII), de 45 años, casado y sin prole, o sólo con hijos hombres.
Como posibles autores concretos, sobre todo de la primera parte del texto –acerca de lo aventurero y gitano que es el amor- se mencionaron en la discusión a Giacomo Casanova, al Docteur House y a Silvio Berlusconi. La mayor parte del debate posterior a la mini encuesta, se centró en la observación de que la infidelidad y la exhuberancia en las relaciones de pareja eran una prerrogativa de la aristocracia del ancient régime, tanto de los poderosos y las madames, como por la persistencia del droit de cuissage (derecho de pernada). Pero que, precisamente, el esfuerzo democratizador de la revolución –el cuento ese de l’égalité- le había puesto coto a esos privilegios.