viernes, 22 de abril de 2011

Amigas y jóvenes ante la infidelidad

La mezcla de sorpresa mía y enerve de mi esposa ante la  Carta a Robinson de Florence Thomas me puso a pensar si esas reacciones eran simplemente el resultado de haber sido criados, ambos, por mujeres combativas, feministas a su manera y para su época, que jamás dejaron de tomar en serio el peligro de los cuernos para la salud de la pareja y para quienes, nunca, el relato de esos incidentes en los matrimonios de sus entornos se tomó a la ligera.

Por esa razón, y puesto que mantengo una valiosa lista de correos de compañeras de colegio en sus cincuentas se me ocurrió indagar cual sería la reacción de ese segmento femenino ante la Oda de Florence. Le sumé otras amigas y familiares, y realicé una pequeña encuesta. Respondieron 39 de ellas. La gran mayoría trabaja y casi todas son profesionales, con edades entre 37 y 65 años, con un promedio de 49. En el correo que  les envié, les hablaba de un escrito de Florence Thomas, y les pedía dos cosas. Por un lado anotar si esa frase favorecía o perjudicaba sus intereses como mujeres y, por otro, el primer adjetivo que se les ocurriera después de leerla. El texto, extraído libremente de la Carta a Robinson era:

"La infidelidad es un asunto banal y privado. No es el fin del mundo. El amor es nómada, el amor es precario, es frágil, y el deseo es caprichoso, vagabundo y aventurero. Lo que me gusta de la infidelidad es que se reparte equitativamente entre hombres y mujeres. Ambos tenemos la deliciosa posibilidad de soñar y no existe manera de controlar o de frenar del todo el deseo".

Los resultados fueron los siguientes. Barren, más de la mitad, las que opinan que lo que diga Florence sobre la infidelidad ni les va ni les viene. Les siguen, una de cuatro, quienes piensan que las perjudica. Tan sólo el 16% de este grupo de mujeres considera que la ¿romántica? Florence defiende sus intereses. 


Clasifiqué los breves calificativos a la frase según la opinión de estas personas sobre cómo afectaba sus intereses. Un comentario pertinente es que el "ni fu ni fa" no es equivalente a neutralidad ante la frase. El otro es que la reacción más demoledora, viene de alguien que se negó a responder la pregunta. Pero no por falta de interés. Al contrario, fue una de las pocas que salió a buscar en google la famosa carta, y la leyó. Si Florence supiera la calidad de las mujeres a las que enervan sus escritos, probablemente empezaría a ponerles unos filtros más rigurosos. 


Yo confieso que con esta nueva iteración alrededor de la frase, seguí  sorprendido. Esperaba –en el doble sentido de predecía y me hubiera gustado- una menor indiferencia a lo que, en mi casa y sobre todo por mi mamá, percibí siempre como un asunto serio, sobre el cual no caben medias tintas. Me dio curiosidad por saber que pensarían de esa misma frase las generaciones más jóvenes. Para eso, acudí a mis alumnos en el Externado. Con estos estudiantes hicimos una encuesta similar, entre ellos y sus amistades, agregándole un par de preguntas y, lo más importante, extendiéndola a los hombres. Las preguntas que se agregaron eran sobre el acuerdo/desacuerdo con la frase y si en la pareja de la persona encuestada había ocurrido algún incidente de infidelidad. Puesto que no era una encuesta anónima, no se especificaba si se había sido persona activa o pasiva de los cuernos.

La encuesta la respondieron 25 mujeres y 18 hombres con una edad promedio, en ambos casos, de 24 años. A continuación se resumen los resultados. Aunque los datos cantan bastante bien sólos, les caben unos breves comentarios. Puede tratarse de una simple coincidencia -por el pequeño tamaño de las muestras y el rudimentario procedimiento para escogerlas- pero sorprende bastante que las mujeres jóvenes hayan reaccionado ante la frase de manera muy similar a sus congéneres de la generación anterior. Grosso modo, estas encuestadas podrían ser las hijas de las mujeres de la lista de correos inicial. Al bulto de las jóvenes, casi dos de tres, les rueda la frase. Les siguen un 24% que consideran que las perjudica, y sólo el 12% del grupo de universitarias sienten que la frase defiende sus intereses. En el grupo masculino, como cualquiera con un mínimo de olfato podía preverlo, la defensa de la infidelidad es mejor bienvenida que entre sus compañeras. La mitad de ellos considera que sus intereses están adecuadamente defendidos por el flominismo.


A la hora de preguntar no por las eventuales consecuencias de la frase sino por el acuerdo con su contenido, las posiciones se definen mejor, y baja sensiblemente la proporción de neutrales. Ellas se reparten más o menos equitativamente entre quienes están de acuerdo o en desacuerdo. Una cuarta parte sigue sin conmoverse por el asunto. Entre los futuros patriarcas, por el contrario, la hinchada con las disquisiciones de Florence es casi total. Con esos enemigos que blanquean los cargos de conciencia para los cuernos, para qué amigos. 

Un resultado interesante es que la opinión ante la trivialización, o justificación, de la infidelidad que hace Florence depende mucho de haber experimentado -activa o pasivamente- un incidente de infidelidad. Dos comentarios surgen de inmediato. El primero es que los cuernos parecen definir a los neutrales. Nadie que haya vivido de cerca un engaño de pareja manifiesta que eso le rueda. El segundo es que, paradójicamente, la infidelidad real  incrementa el acuerdo con Florence. Como diría el poeta, "las palabras entonces no sirven, son palabras". En otros términos, la carreta, la cháchara sobre la infidelidad no basta para el reclutamiento de adeptos, se requiere que previamente hayan pasado a la acción. Que hayan puesto o sufrido unos cuernos.  Inquieta un poco que para implantar esa estrategia tipo hágale primero, piense después, se acuda al ejemplo de una líder intelectual del feminismo mundial que en sus ratos libres ejercía como alcahueta. La duda que surge es si el convencimiento ex-post de la infidelidad como algo chévere es una justificación, a la moderna, o si se trata de un consuelo, a la antigua.  Queda pendiente la tarea de aclarar eso.