lunes, 19 de noviembre de 2012

El enredo del embarazo adolescente

Publicado en El Espectador, Noviembre 18 de 2012


Lina – “Perdí la virginidad con él, por lo general no utilizábamos condón. Duramos así 6 meses, él me dejó y yo seguía enamorada. Me pareció que un hijo sería la llave para la felicidad de los dos y que él volvería conmigo. Fuí a su casa, le dije que esa era la despedida, que lo dejaría en paz. Empezamos a tomar hasta que lo emborraché, lo hicimos y quedé embarazada”.

Angela – “Tuve una pelea con mi madre. Ese día me pegó muy refeo y yo llamé a mi novio. Me quería ir de la casa y él me dijo que nos fuéramos a vivir juntos. Quedé embarazada porque no usábamos protección, yo pensaba que era estéril”.

Laura – “Bueno, nosotros siempre hemos planificado, pero hace 4 meses no sé qué paso, si el condón se rompió o si él no se lo puso bien. Llegamos del pre-prom, estuvimos y vaya sorpresa 40 días después”.

Mary – “Nos conocimos en el barrio, teníamos nuestro cuento, que besitos y eso. Con 13 años me daba miedo hacer algo más, hasta que en una fiesta me convenció de darle la pruebita de amor y yo ya con mis tragos le hice. Me quedó gustando y seguimos así hasta que me di cuenta de que no me llegaba el período”.

“Sí a la opción, no al azar” se titula el informe de Naciones Unidas de la población mundial en el 2012 y muestra en su carátula una joven en una reunión informativa sobre planificación familiar. Los testimonios anteriores de colegialas bogotanas sugieren que el embarazo adolescente es algo más complejo que la desinformación o los accidentes, y que su prevención presenta varios dilemas. Uno de los más serios se hizo evidente en un almuerzo con unos colegas indignados porque la asociación de padres de alumnos se opuso a la instalación de un distribuidor de condones en un colegio con el que ellos trabajaban.

Inicialmente compartí la molestia, pero el asunto quedó zumbando durante el almuerzo. Luego de un ejercicio de empatía con esos padres, las dudas asomaron al tratar de precisar si me hubiera gustado tener un distribuidor en mi colegio.  Ya en el café tenía otra opinión. Para mí habría resultado inmanejable sumarle a las incógnitas –el cuando, cómo y con quien de la primera vez- un recorderis oficializado y cotidiano de que me estaba quedando atrás. La distribución de condones en el entorno escolar es una piedra en el zapato para quienes aún no se han dado el gustico.

La disyuntiva de política es simple: promover el sexo seguro con preservativo puede anticipar el inicio de la vida sexual de los adolescentes; entre más jóvenes, más necesaria la información pero también más arriesgado ejercer presión sobre el momento oportuno para la primera relación sexual. Sería imprudente ignorar este dilema simplemente por su sabor retrógrado.

Hasta la fecha no he encontrado evidencia suficiente para contrastar esa duda, pero varios datos sugieren cautela con la promoción del condón entre menores. Dejando de lado el desacierto de recomendar como anticonceptivo un método idóneo para prevenir enfermedades -un riesgo ínfimo entre novios inexpertos- lo cierto es que un factor propicio para el embarazo adolescente es el inicio temprano de la vida sexual.

La Encuesta Nacional de Demografía y Salud, realizada cada cinco años por Profamilia desde 1990, muestra que a pesar del sostenido aumento en el conocimiento y uso de métodos de planificación entre los jóvenes, en particular del preservativo, el embarazo adolescente aumentó considerablemente hasta el 2005. Por otro lado, la proporción de adolescentes sexualmente activas pasó del 21% en 1990 al 50% en el 2010. La drástica reducción en la edad de inicio de las relaciones sexuales contrarrestó el efecto de la planificación.

La importancia del momento de arranque de la vida sexual ya era clara cuando en el 2003 se hizo en el CEDE la primera encuesta especializada en embarazo adolescente. Un resultado llamativo es que entre las jóvenes que tienen sexo temprano –antes de los 14- el 36% reporta un hijo. Para debutantes tardías -17 años o más- la cifra es apenas del 8%.

Los dilemas no paran ahí. Sorprendentemente, la promiscuidad juvenil femenina no contribuye al riesgo de embarazo. Por el contrario, las jóvenes que han tenido más parejas sexuales son menos fértiles. A diferencia de lo que ocurre con los varones, en las jóvenes se observa que entre más temprano se inician rotan menos sus compañeros de cama. Las madres adolescentes se distinguen por tener o buscar una unión estable y durar más tiempo con su pareja. El novio es el padre potencial típico y cada año adicional con el mismo compañero multiplica por más de dos los chances de gravidez. Como deja claro Lina, ella quería un hijo con su hombre. Tanto, que después tuvo otros dos con él mismo, todos antes de cumplir 19 años. Para el embarazo precoz en Colombia es más pertinente el guión de jugar al papá y a la mamá con condón que el de Sex and the city.

Tengo más años de los que quisiera, ningún nieto y corro un leve riesgo de no alcanzar a conocerlos. A una hermana mayor le acaban de anunciar que será abuela por primera vez. Hace poco, una compañera de colegio me contó que su nieta se casa, lo que permite prever que una coetánea mía pronto será bisabuela. Estas drásticas diferencias recuerdan que, para enredar aún más las cosas, en el embarazo temprano puede haber tradición familiar.

En la mencionada encuesta, las madres adolescentes son hijas de mujeres que dieron a luz siendo jóvenes. Cada año de retraso en el primer parto de la mamá disminuye en 7% los chances de que una joven quede embarazada. En esta transmisión de la precocidad entre generaciones influyen la educación y el ejemplo, pero no se pueden descartar factores más difíciles de alterar. La edad de la menarquia, por ejemplo, está relacionada con la del inicio sexual. Una primera menstruación antes de los once años multiplica por más de cinco la probabilidad de tener relaciones sexuales antes de los catorce. Como anota Eugenia, “yo empecé a los 12 años, mejor dicho, tan pronto me desarrollé”.

Difícil precisar si Lina, Angela, Laura y Mary decidieron ser madres o tuvieron mala suerte. Para cada una la dosificación de opción y azar fue diferente. Lo que resulta imprudente es insistir que con más información y facilidad de acceso a los preservativos se habrían logrado evitar esos embarazos: todas ellas sabían qué es y para qué sirve un condón.