Publicado en La Silla Vacía, Noviembre 29 de 2011
A los hombres más violentos nunca les falta pareja. En los EEUU, los condenados a muerte escogen entre varios amores por carta. En Colombia también hay mujeres que aman a esos hombres que matan. Novias de sicarios, reinas de mafiosos o compañeras de rebeldes lo recuerdan y la coordinadora del informe Mujeres y guerra incidentalmente lo confirma. Cuenta que oyó millones de veces que "las muchachitas buscaban a los paras”. Aún así, afirma que "eso puede ser, algunas, pero muchas no, no es justo meterlas en el mismo paquete" con las violaciones. No explica por qué el coqueteo o los polvos voluntarios que nadie registra son tan escasos que no merecen discusión. Si se oyó el rumor, ¿qué tal que fueran muchas las que van tras su guerrero y les queda gustando? En el país eso ha pasado hasta en los medios favorecidos. Dos mujeres lo revelan.
Mª Eugenia Vásquez, Emilia del M-19, universitaria, estuvo en la toma de la Embajada y tuvo un tórrido romance con Alfre. “En esos dos meses recorrimos lo que muchas parejas en años, el amor era intenso, era el contacto con la vida y era sobre todo el inagotable generador de fuerza conjunta … En momentos en que el futuro es el minuto siguiente se disfruta al máximo estar en este territorio tan plenamente … Nuestro amor robaba minutos al descanso, jugueteando, rodando en el piso del baño, tallados en todos los huesos por las cananas, la granada o la pistola, o si la separábamos de nuestro cuerpo por momentos mientras una mano recorría la tibia y escasa piel descubierta al amor y la otra reposaba sobre la frialdad del acero. Nunca fueron más bellos los apuros y la incomodidad, nunca el amor tuvo más de goce y de angustia mezclados, nunca la ternura fue más viva”.
Mª Eugenia Vásquez, Emilia del M-19, universitaria, estuvo en la toma de la Embajada y tuvo un tórrido romance con Alfre. “En esos dos meses recorrimos lo que muchas parejas en años, el amor era intenso, era el contacto con la vida y era sobre todo el inagotable generador de fuerza conjunta … En momentos en que el futuro es el minuto siguiente se disfruta al máximo estar en este territorio tan plenamente … Nuestro amor robaba minutos al descanso, jugueteando, rodando en el piso del baño, tallados en todos los huesos por las cananas, la granada o la pistola, o si la separábamos de nuestro cuerpo por momentos mientras una mano recorría la tibia y escasa piel descubierta al amor y la otra reposaba sobre la frialdad del acero. Nunca fueron más bellos los apuros y la incomodidad, nunca el amor tuvo más de goce y de angustia mezclados, nunca la ternura fue más viva”.
En Amando a Pablo, Virgina Vallejo describe una escena de amor armado con el gran capo. Tras regalarle una Beretta 9 mm, él le enseña a usarla. "Vas a convertirte en mujer de un guerrero y vine a explicarte lo que van a hacerte los organismos de seguridad ... Lo primero (será) arrancarte la ropa ... y tú eres ... la cosa más bella del mundo, ¿verdad mi vida? Por eso vas a quitarte ya ese vestido y te paras frente a esos espejos. Obedezco, porque siempre he adorado esas miradas inflamadas que preceden a todas sus caricias. Pablo descarga la Beretta y se coloca tras de mí ... Una y otra vez aprieta el gatillo, y una y otra vez me retuerce el brazo hasta que no aguanto más el dolor y aprendo a no dejarme desarmar ... No puedo dejar de pensar en dos luchadores espartanos ... Me somete una y otra vez mientras va utilizando toda aquella coreografía como una montaña rusa para obligarme a sentir el terror, a perder el temor, a ejercer el control, a imaginar el dolor ... a morir de amor ".
La mujer seducida por un potentado no sorprende. La enamorada de un matón es rara, y si divulga detalles del romance ya es excepcional. Por eso son valiosos estos relatos que muestran un vínculo misterioso entre el deseo femenino y la violencia. En el país han sido muchos los asesinos y demasiadas sus amantes como para ignorar esta faceta tan intrigante de la sexualidad de algunas mujeres, que no siempre tiene que ver con el arribismo. Es un hecho que los violentos tiran más y tienen más parejas, no siempre forzadas. La evidencia es sólida y da para escribir más.
Los testimonios sugieren que el peligro, la tensión y el estrés, tal vez por la adrenalina, refuerzan la química del sexo. El goce con angustia atrae y cautiva. Un arma puede ser excitante, así la porte un insurgente como Alfre o un reaccionario. La anotación no sobra, pues parecería haberse extendido hasta la pareja el estatus especial del rebelde, con quien sí puede haber amor genuino. Con los narcos se cree que es comprado y con los paras forzado; para pasiones comparables, Emilia se consideracélebre, Virginia patética y las jóvenes que buscan paras ni cuentan.
Un psiquiatra estudioso de los amores con violentos da una pista. "Es difícil imaginar algo más excitante que tener el control sobre alguien lo suficientemente poderoso como para quitarle la vida a otro". Así, habría política en esos romances, y no la tradicional. Se trataría de mujeres ávidas de poder que manipulan, explotan o someten con sus encantos a los machos alfa. Algunas lo logran, y con más de uno. La Bella Otero es la plusmarquista mundial con unas ocho majestades en su haber entre las cuales un sospechoso de genocidio. Virginia ostenta el récord nacional con varios cacaos y, por poco, los dos capos mayores. Emilia se comió a más de un comandante, posicionándose bien en la clandestinidad. Este podium debe servir para entender las ligas menores, las muchachitas cuya ambición de poder es más modesta: municipal o veredal.
Un terapeuta experto en altibajos de pareja llama besadora de sapos a quien espera “transformar con amor a cualquier hombre”. Una variante es la enfermera de turno, la altruista que necesita dolor, sangre y heridos de quien ocuparse. Esa pista también da luces distintas a la de víctima. De nuevo, la política contamina el romance pero más a la izquierda: "me sacrifico por curarlo y salvo al mundo". Parte de eso pretendía Virginia amando a Pablo.
Los testimonios sugieren que el peligro, la tensión y el estrés, tal vez por la adrenalina, refuerzan la química del sexo. El goce con angustia atrae y cautiva. Un arma puede ser excitante, así la porte un insurgente como Alfre o un reaccionario. La anotación no sobra, pues parecería haberse extendido hasta la pareja el estatus especial del rebelde, con quien sí puede haber amor genuino. Con los narcos se cree que es comprado y con los paras forzado; para pasiones comparables, Emilia se consideracélebre, Virginia patética y las jóvenes que buscan paras ni cuentan.
Un psiquiatra estudioso de los amores con violentos da una pista. "Es difícil imaginar algo más excitante que tener el control sobre alguien lo suficientemente poderoso como para quitarle la vida a otro". Así, habría política en esos romances, y no la tradicional. Se trataría de mujeres ávidas de poder que manipulan, explotan o someten con sus encantos a los machos alfa. Algunas lo logran, y con más de uno. La Bella Otero es la plusmarquista mundial con unas ocho majestades en su haber entre las cuales un sospechoso de genocidio. Virginia ostenta el récord nacional con varios cacaos y, por poco, los dos capos mayores. Emilia se comió a más de un comandante, posicionándose bien en la clandestinidad. Este podium debe servir para entender las ligas menores, las muchachitas cuya ambición de poder es más modesta: municipal o veredal.
Un terapeuta experto en altibajos de pareja llama besadora de sapos a quien espera “transformar con amor a cualquier hombre”. Una variante es la enfermera de turno, la altruista que necesita dolor, sangre y heridos de quien ocuparse. Esa pista también da luces distintas a la de víctima. De nuevo, la política contamina el romance pero más a la izquierda: "me sacrifico por curarlo y salvo al mundo". Parte de eso pretendía Virginia amando a Pablo.
Quedan cosas por entender. Ojalá más novias contaran por qué y cómo amaron a sus violentos. Para no quedar en relatos light de muñecas de cartel, ni en rumores de adolescentes deslumbradas por paras, sería interesante tener más testimonios de mujeres maduras, educadas como Emilia y Virginia, incluso feministas, que también hayan tenido su desliz con un guerrero. En un conflicto tan largoseguro que las hay. Permitirían refinar el guión del lado femenino de la guerra.
Referencias
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