Publicado en La Silla Vacía, Noviembre 8 de 2011
En 1973, Kristin Ehenmark, cajera de banco sueca se enamoró de Erik Olsson, el asaltante que la mantuvo retenida con sus compañeros por cinco días. La insólita reacción fue denominada Síndrome de Estocolmo (SE) y desde entonces se utiliza para describir el extraño vínculo emotivo que puede surgir entre un captor y su rehén.El término fue acuñado tras ese incidente, pero se sabe que el SE también surge en otros contextos. En abuso infantil, violencia doméstica, proxenetismo o cualquier relación de dominación, puede darse la extraña respuesta de amar al abusador.
En la época del Caguán, ante el afán por tomarse fotos y entrevistar a curtidos secuestradores aún con rehenes en su poder, mi desconcierto fue tal que alcancé a sugerir que sufríamos un Síndrome de Estocolmo colectivo. Estaba errado. El rechazo a las FARC se hizo evidente después.
Es probable que el M-19 haya logrado su exitosa reinserción por haber renunciado oportunamente al secuestro. Sin rehenes ni tantos enemigos viscerales, las negociaciones fueron factibles. No sólo es el único grupo armado que ha reportado algún SE entre sus víctimas cautivas, sino que en su historia aparece una leve variante del trastorno: el Síndrome de Esto-es-el-Colmo (SEC). Un ejemplo contundente lo cuenta Mª Eugenia Vásquez, La Negra, que se enamora de Ramiro, un compañero militante en una manifestación estudiantil, cuando eran violentas. "Apareció como Don Quijote, con un ladrillo en su mano, dispuesto a noquear a un policía a caballo que me acorralaba en una agitada pedrea. Sucumbí a su heroísmo. Con un hombre como ese, los sentimientos podían ser compatibles con la teoría".
Peggy Ann Kielland, del teatro La Candelaria relata otro SEC fulminante. En el entierro simbólico de Camilo Torres, "antes de recibir un bolillazo, un brazo largo me agarró y me arrastró ... A una cuadra había un camión de gaseosas y de pronto todos comenzamos a bajar cajas y a tirar botellas a la policía ... El Flaco nos hizo entrar a El Cisne ... Era la primera acción en que yo me involucraba y estaba muy excitada. La policía entró al establecimiento. Pasamos de agache. Con este episodio, el Flaco se me convierte en héroe, es el héroe que me salva y guía". Aunque el romance se inicia meses después, es en ese momento que Jaime Bateman "entra en su corazón".
Hay obvias diferencias entre las variantes del síndrome. En el SE la víctima es sometida a la fuerza. Es por la manipulación del secuestrador que surgen el afecto hacia él y la percepción de la autoridad que acosa como un enemigo. En el SEC la persona no está retenida, ha buscado la situación de riesgo. El objeto de cariño no es un secuestrador sino alguien amigable y altruista que conjura el peligro. Además, el ataque no es un montaje, es real. Los efectos, literalmente inoculados por el miedo, sí son similares en las dos variantes. Hacia el salvador surge apego, admiración, a veces amor. De rebote, nace una tirria emotiva y perdurable contra quien lo ataca.
Tanto el SE como el SEC podrían tener una base neurológica atada al instinto de supervivencia. El peligro hace que el contexto del susto se registre de forma duradera en la memoria. El manejo cerebral del miedo es increíblemente eficiente. Según Joseph Ledoux, "recuerdos inconscientes establecidos a través de la amígdala parecen quedar grabados de manera indeleble en el cerebro. Probablemente nos acompañan de por vida”. Los casos de Mª Eugenia y Peggy son extremos pero no únicos. También hubo posibles afectadas por el SEC entre periodistas de renombre. Algunas de ellas, o su salvador, han relatado los incidentes en los que corrió peligro su vida y que las habrían marcado.
Entre quienes desarrollan la mezcla de cariño y temor físico hacia el mismo individuo que caracteriza el SE, los terapistas anotan que se oyen frases inusitadas como “sé lo que me hizo, pero aún amo a esa persona … no entiendo por qué, pero me encantaría que volviera”. Con el Eme, hay añoranzas similares: ¡Volvé, Flaco!. La reacción puede ser a distancia, o contagiosa. En prisión, Erik Olsson recibió muchas cartas de admiradoras. En el SEC, la nostalgia por un verdadero redentor y la rabia con su enemigo serían aún más intensas. Si la afectada es una persona progresista, preocupada por los demás, cabe esperar el deseo de compartir esa experiencia vital. Así, una eventual explicación para la buena imagen del Eme, y el desespero con el sistema, sería el contagio en cascada del SEC sufrido por algunas orientadoras de opinión. El efecto se habría consolidado con el mensaje de frescura, algo como “eran unos bacanes”, de varios amigotes, también pesados, de la cúpula del Eme.
Si tal fuera el caso, que gracias al M-19 suframos un SEC colectivo transferido por la crema de la intelectualidad, persiste una duda. Aunque en el país en múltiples ocasiones sea obvio que "esto es el colmo", todavía no queda claro de qué o de quien nos salvaron esos audaces muchachos.