Friederike Harter |
Cuando se abandonan las caricaturas universales o las preocupaciones intelectuales y profundas por el patriarcado milenario -que reflejan desinterés por la evidencia y poco ayudan a resolver los problemas concretos de colombianas reales y contemporáneas- y simplemente se sale a la calle en algún lugar del país a observar, se hace evidente que la cuestión del machismo es compleja y con matices. Se puede ilustrar esta anotación, y apoyar el principal resultado del índice de machismo construído para Colombia, con el testimonio de mujeres de Medellín sobre el machismo. Aún corriendo el riesgo de una muestra no representativa de las paisas de principios de los 90 -al ser recogida por una intelectual extranjera, tal vez centrada en destacar la precariedad de sus derechos- el resultado es mucho más sutil, ponderado y útil para el debate que las figuras decimonónicas simplistas.
Dioselina, nacida en los años cuarenta, de origen campesino, madre de ocho hijos y ama de casa. “Por qué se queda uno con el marido si no hay amor, ni respeto, ni nada bueno? ... El padre (de sus hijos) en este momento está viviendo por aquí, en el barrio, pero siempre se mantiene con unas viejas … Fueron siete hijos pero porque se iba, me dejaba, y al año que ya encontraba el otro nacido, venía y me dejaba otro y volvía y se perdía … Y siempre tenía otras mujeres y era borracho, pero no fui capaz de dejarlo”.
Rocío, nacida en 1942, casada, cinco hijos, ama de casa. “Yo me casé de diecisiete años, entonces a los veinte todo el mundo estaba quedado … Uno estaba ahí como una reina entre nubes de quien sabe qué … Antes del matrimonio trabajé poquito tiempo con este señor marido mío … Y como había dejado a su amante allá en Manizales entonces tenía que estar yendo y viniendo … Ella era casada, ya no vivía con su marido … no había forma de casarse con ella. El obstáculo más grande era su mamá, que era muy importante para él y nunca le hubiera aprobado esa mujer … Tampoco le era fiel a esa mujer, él conseguía en cada borrachera una … Fue por su mamá que se metió en semejante lío tan horrible (casarse con Rocío, que era virgen) .. (La noche de bodas) él salió y se acostó en un bordecito de la cama, así y no se volteó en toda la noche y así amaneció … Y la otra noche sí se acostó conmigo. Pues a mí me pareció horrible eso, eso no era nada bueno y me vino la menstruación y me puse muy enferma y él me gruñía por todo … Nunca fue buena esa parte de mi vida, la sexualidad, porque, primero, era una obligación y, segundo, él no era un buen amante, era un tipo de eyaculación precoz … La economía ha sido una carga muy pesada porque el otro dilapidó todo, se gastó todo y lo tiró a la jura en prostitutas, en viajes, en malos manejos”.
Cecilia, nacida en 1955, soltera, ingeniera química. “Tuve una adolescencia mística horrible. Me dio en un tiempo por pensar que tenía vocación religiosa … Éramos, somos, once hermanos en la casa, yo soy la tercera. Mi mamá no quería sino tener uno, el primero pero bueno, el medio donde vivía, la religión, mi papá … tuvo once, diez indeseados … Fue una mujer muy inteligente que aparentemente nos dio mucha libertad, pero realmente nos marcó mucho, muchísimo y más a las hijas. Por ejemplo, ninguna de las hermanas somos casadas … Yo no vine a sufrir el machismo sino hasta que llegué a la universidad y ahí dura un semestre, realmente, porque llegan los muchachos de su casa con una educación machista, se encuentran con las compañeras, se burlan, se ríen, hasta que se dan cuenta de que no hay tal, de que están en plan de igual a igual, o incluso que las mujeres podemos superarlos … Uno realmente sufre el machismo es en el trabajo, ahí sí golpea duro … Yo realmente me he enamorado muy pocas veces, muy, muy pocas … Mi vida ha sido muy medida por la razón y para mí la sexualidad es, cómo te dijera, yo creo que soy más bien fría”.
Juana, nacida en 1973, casada, estudiante. "Está bien que mi papá tenga otra mujer, pero que mi mamá no se dé cuenta, que la respete ... El que ahora es mi esposo tenía esa idea, que las mujeres tenían que llegar vírgenes, y no sé, de pronto se le ha quitado todo eso, porque desde novios lo preparé, porque yo sabía que él era muy machista. Entonces, yo lo cambié primero en ideas pa' después ...¡no, de verdad!".
Lía, nacida en 1960, dos hijos, médica. "(Mis padres) no nos encerraron en ese cliché hombre-mujer, o sea que en mi casa los hombres trapeaban, limpiaban, podían cocinar, lavar platos y tenían responsabilidades también con la ropa. Y a las mujeres nos enseñaron otras cosas, por ejemplo a disparar ... Al consultorio muchas veces me llegan niñas, mujeres no casadas, con la preocupación de si son vírgenes o no ... Qué importa eso -les digo- siéntase virgen si quiere ... (Mi esposo) en estos momentos no sabe si yo fui virgen o no. Nunca hemos hablado de eso".
María, de 1940, soltera, empleada del hogar. "Nosotros éramos catorce, quedamos diez; y hermanos medios son nueve, de una mujer son siete y de otra uno y de otra una. Eso fue en el mismo tiempo que mi papá estaba con mi mamá, que era la esposa, estaba con la otra, con la de los siete ... El moreno, por lo regular, deja a uno embalao con los muchachos, por conseguirse otra y otra y otra ... Nunca nos casamos, porque estando en embarazo de la muchacha, de esta última, se casó él, se casó porque tenía una novia y que la había perdido y que se tenía que casar con ella ... Y a los seis meses de haberse casado, él volvió y lo recibí, ya después me cansé ... Él siempre ha vivido con la esposa, pero con ella no tiene hijos, tiene más, pero por otro lado, ¡ay!, no ¡qué horror!".
Lucila, de 1973, trabajadora. "Y sí, he conocido pelaos de la sociedad alta ... Y a mí si me parecía que eran diferentes, más serios. Los pelaos de mi barrio eran los peores ... Entonces me conseguiré un muchacho de la alta, para que me prepare, o mejor un viejo, es que mejor los hombres de experiencia que uno sardinito ... Ellos son más serios; no buscan estar pues con todas las mujeres coqueteando, no, sino con una sola".
O sea que el machismo en Colombia no siempre muerde tan duro, como constató Cecilia en la universidad, demostró Juana preparando a su marido desde el noviazgo y supo Lía desde niña viendo a sus hermanos haciendo oficio doméstico. A veces la que más daño hizo, o la que tomó decisiones cruciales para el varón, fue una matriarca de esas que mandan. Según estas paisas, buena parte de los problemas no requieren ayuda del Congreso, o de la Corte Constitucional o de alguna ONG. Son arreglos domésticos, mecánica casera y nacional. Basta con identificar el daño y el doliente concretos y tratar de arreglarlos. Para lo que se requiere ayuda externa, por ejemplo, es para el machismo en el entorno del trabajo, que es donde Cecilia opina que se sufre más, donde "golpea duro". Paradójicamente, un tema como el acoso laboral no ocupa un lugar prioritario en la agenda flominista, aparentemente más preocupada por desprestigiar los arreglos de pareja anticuados que por ir a meter miedo con lo que pasa en las oficinas o las fábricas. De eso hablan más algunos columnistas hombres, que recuerdan como, en Medellín, los abusos en el trabajo no han cambiado mucho desde 1948, cuando se publicó la Mujer de cuatro en conducta.
Las mujeres pragmáticas de antes entendían con meridiana claridad lo mismo que sugieren las historias de Dioselina, Rocío y María, o la de los papás de Juana. Que en este país, cuando el machismo realmente hace daño, es con esa pendejadita que a Florence Thomas le parece tan simpática y banal, l'infidelité. Oh la la, qué despiste. Tiene mejor puestos los pies sobre la tierra colombiana Lucila, que a pesar de su bajo nivel educativo, definió como prioridad para emparejarse, sacrificando juventud y arriesgándose a un patriarca, que el muchacho fuera serio, pa' ella sola.