A raíz del post sobre la Geografía del machismo colombiano, que mostraba para un índice de valores machistas un claro liderazgo de la Costa, recibí un mensaje de NocheGal, una periodista costeña.
"Te saluda NocheGal desde Barranquilla. He leído tu artículo y efectivamente tienes toda la razón. El machismo en la Costa es apabullante, casi que humillante, promulgado, promovido, orquestado y defendido a capa y espada por nuestras propias madres. Y aunque se parece algo al de los Santanderes, no es igual. Viví casi 9 años en Cúcuta y la cosa es un tanto diferente. Allá las mujeres tuvieron que volverse unas fieras, en el mejor sentido de la palabra para no dejarse, como dicen popularmente. Este año son incontables los casos de agresiones físicas que han sufrido las mujeres a manos de parejas, ex parejas, esposos, amantes, cachos, amigos o amigovios. De hecho, esta semana una mujer llegó al hospital de Barranquilla casi que muerta, está punto de perder uno de sus ojos, porque el ex marido la levantó a físico pico de botella. El hombre está libre. El tema del aborto, de la sexualidad, de las libertades sexuales, siguen siendo tabú. Sigue inamovible el tema de la mujer en la casa y el hombre en la calle por ejemplo. La mujer que no sabe cocinar, lavar, y no atiende a su marido, no sirve. La mujer que mete cacho es una zorra, mala, porquería. El hombre que lo hace es una víctima de la desatención de su mujer. Y las agresiones siguen escondidas, calladas, eso es lo más grave. La estigmatización además es tenaz. Tal vez en algo han avanzado las nuevas generaciones, pero no mucho creo".
Le pedí a NocheGal que me contara algunas historias y me mandó el texto que sigue.
"La escena corresponde a cualquier familia clase media alta, media y baja de la Costa Caribe. El nuevo día se asoma y las primeras en levantarse son las mujeres. Toca preparar desayuno a la prole, pero en especial a los hombres de la casa. Siempre la madre se encarga de esta tarea y si hay hijas ya con edades apropiadas para acercarse a un fogón, a ellas les toca la tarea. Igual ocurre con la fabricación del almuerzo. Y la posterior lavada de los ‘chismes’.
Recuerdo la escena en mi casa. Mi madre trabajaba y quedábamos a cargo de unas tías. Al llegar del colegio, almorzábamos y supuestamente cada uno lavaba sus platos y cubiertos. Sin embargo, mi hermano, apenas un año menor que yo, nunca lo hacía. Cuando mi madre llegaba del trabajo, casi siempre encontraba en el lavaplatos los utilizados por mi hermano, cuando mis tías no los lavaban. De inmediato me regañaba y me decía que porqué no había lavado los platos de mi hermano, que él era un varón y yo mujer y esa labor era de mujeres, que él no debía hacerlo.
Recuerdo que siempre le repostaba que él tenías las mismas manos que yo, que no era enfermo, ni manco. Mi madre se molestaba mucho, pero yo siempre me negaba a ratificarle a mi hermano su ego machista.
Como esa situación, muchas otras evidencian el exacerbado machismo alimentado por las madres en la Costa. El plato más grande comida es para los hombres, así no aporten recursos económicos o lo hagan en menor proporción que sus hermanas, por ejemplo. He conocido situaciones donde cuando una joven resulta por cosas del destino embarazada, es expulsada o por lo menos cuestionada y llevada a buscar refugio en la familia de su pareja o de un familiar, porque los padres no admiten que haya de alguna forma ’deshonrado‘ a sus padres. Pero en cambio si el que embarazó es el hijo, la prestan apoyo y de inmediato acogen en la casa a la futura madre y su pequeño.
El amor que prodigan las madres a los hombres varones en la región Caribe, creo no es el más conveniente, pues lo único que hace es reforzarles la subvaloración de la mujer desde muy temprana edad. La mujer está para atender al hombre y en todos los sentidos. Y mujer que no la hace, sencillamente, no sirve, o en el peor de los casos y es lo que se ve con mucha frecuencia, toca corregirla y ‘enseñarla’, así sea punta de golpes a respetar a los hombres.
El tema se traslada a las suegras, líbreme Dios de estas suegras. “Esa mujer no te atiende, no está pendiente de tu ropa, no sabe cocinar, tiene descuidados los niños. Para qué trabaja, si va descuidar la casa?”. Son típicas quejas de las madres de machistas cuando habla de sus nueras.
Y aunque las cosas han mejorado, es decir el asunto ya no es tan dramático como en tiempos pasados, el asunto sigue vivo. Toca a las madres más nuevas, tomar conciencia del asunto, sin dejar de ser mujeres, y pilar fundamental del hogar, incentivar entre sus hijos, el respeto y valor real de la mujer. En la medida en que la madre envíe mensajes machistas con la educación y guía que brinda, a sus hijos varones, así mismo será la valoración que le tendrá el género femenino y de hecho en la ancianidad dejan al cuidado de sus hermanas o familiares a esas que tanto los cuidaron y protegieron, porque sin darse cuenta, ellas mismas se menospreciaron ante sus propios hijos".