Publicado en La Silla Vacía, Diciembre 4 de 2011
En cuestión de machismo Colombia no parece uno sino varios países. Con la Encuesta Colombiana de Valores construí un índice de esa dolencia, que muestra una gran variablidad geográfica. Los valores machistas en el país son tan distintos entre regiones como pueden ser el clima, los sancochos y la música.
En cuestión de machismo Colombia no parece uno sino varios países. Con la Encuesta Colombiana de Valores construí un índice de esa dolencia, que muestra una gran variablidad geográfica. Los valores machistas en el país son tan distintos entre regiones como pueden ser el clima, los sancochos y la música.
Entre los hombres, en una escala de 0 a 10, el machismo barre en la Costa norte, donde la nota promedio es de 4.6, contra un 3.5 nacional. En el otro extremo, en la fría y congestionada Bogotá, el machismo masculino se raja con un mero 2.8. Para las mujeres, también el liderazgo se lo lleva la Costa con 3.3 y el mínimo lo sacan las bogotanas, casi en empate con los capitalinos. Las diferencias regionales de machismo entre las mujeres no son muy marcadas. Con la excepción del virtual equilibrio en Bogotá, seguida de cerca por la zona Central, en el resto del país hay una diferencia apreciable entre el machismo masculino y el femenino.
Sobre estas discrepancias regionales en machismo el debate es aún precario. Predomina el supuesto que se trata de una misma dolencia milenaria y universal. Con la excepción de la líder feminista que ocasionalmente nos habla de los franceses, tampoco son comunes las comparaciones de lo que ocurre en Colombia con otros países. Las diferencias entre regiones, que evidentemente las hay, han recibido poca atención. A una feminista rigurosa y observadora como Virginia Gutiérrez, estos resultados no la hubieran sorprendido. Hace varias décadas, ella llamó la atención sobre las peculiaridades de los arreglos de pareja en la Costa y los Santanderes.
Salvo las críticas anuales al Reinado de Belleza de Cartagena, que es un evento nacional con réplica en casi todos los pueblos y barrios de Colombia, no se oye sobre la necesidad de ponerle atención a la Costa Atlántica para el proselitismo feminista. De acuerdo con los resultados de este índice tan elemental debería haber un mínimo foco de atención sobre esa región. Esos descuidos suceden normalmente en los centros de poder cosmopolitas, como el altiplano, donde es mayor la preocupación por las ideas globales de vanguardia que por las cuitas de las mujeres comunes y corrientes de la provincia.
En una de las pocas columnas que Florence Thomas ha escrito sobre la Costa, hace un llamado a distintos niveles de la administración pública para insistir en su agenda universal: "educación sexual para decidir; anticoncepción para no abortar y aborto legal para no morir". En esa ocasión, además, hace explícito que Francia modelo 1970 y la Costa 2011, même combat. "(Esta) proclama que actualiza y renueva otra, esta vez francesa, de los años setenta, que decía: La contracepción: mi opción; el aborto: mi último recurso; dar la vida: mi libertad".
La comparación del índice en las regiones situadas al extremo de la escala de machismo, Bogotá y la región Atlántica, muestra lo desacertada que es la estrategia generalista dirigida por igual a las mujeres y a los hombres de cualquier rincón de Colombia.
En una de las pocas columnas que Florence Thomas ha escrito sobre la Costa, hace un llamado a distintos niveles de la administración pública para insistir en su agenda universal: "educación sexual para decidir; anticoncepción para no abortar y aborto legal para no morir". En esa ocasión, además, hace explícito que Francia modelo 1970 y la Costa 2011, même combat. "(Esta) proclama que actualiza y renueva otra, esta vez francesa, de los años setenta, que decía: La contracepción: mi opción; el aborto: mi último recurso; dar la vida: mi libertad".
La comparación del índice en las regiones situadas al extremo de la escala de machismo, Bogotá y la región Atlántica, muestra lo desacertada que es la estrategia generalista dirigida por igual a las mujeres y a los hombres de cualquier rincón de Colombia.
Para el machismo femenino, no se observan diferencias apreciables entre la capital, donde la nota es mínima y la región Atlántica, con máxima calificación. La tara del machismo entre las mujeres es similar en todo el país. Con los hombres la cuestión es bien distinta. En la Costa se destaca un núcleo no despreciable de machismo duro, y la virtual inexistencia de hombres con valores feministas, que apenas llegan al 2%, contra un 14% en el altiplano. El punto más preocupante, sin embargo, es ese 41% de los hombres costeños que tienen una calificación de 5 o más, cuando en Bogotá, tal porcentaje llega apenas al 8%. Difícil saber a cual de los últimos alcaldes capitalinos se le debe agradecer este avance, o si será el Pico y Placa. Pero parece claro que en la capital, en comparación con el resto del país, el hombre machista es una especie en vía de extinción. Es tal vez por eso, que sintiéndose como en Dinamarca, las feministas residentes en Bogotá se han dedicado a las minucias, mientras que de ese bloque duro de hombres machistas en la Costa se habla más bien poco.
Lo que se podría denominar la agenda baladí por los derechos de la mujer, no es una exclusividad de las columnistas bogotanas. Está por ejemplo, en el marco de la urgente y fundamental cruzada contra el piropo, que siempre tiene un tufillo clasista, esta perla desde Cali: "basta caminar por las calles para ver hombres de diversos pelambres lanzando piropos a diestra y siniestra. Ayer no más presencié como un tipo detuvo su carro en mitad de la calle solo para piropear a una muchacha".
En ninguna de las demás regiones del país la situación del machismo aparece tan crítica como en la Costa Atlántica. El mensaje principal de este simple ejercicio es claro. Resulta indispensable entender estas discrepancias regionales y, en particular, si de superar la mentalidad machista se trata, saber qué es lo que hace que ésta sea tan persistente en la Costa. Ahí podría haber sorpresas para la doctrina.
En todo caso, las feministas influyentes deberían ir a la Costa con más frecuencia, y no sólo a seminarios, a oir vallenatos o al Hay Festival, en donde según un contertulio las que "crecieron leyendo a Simone de Beauvoir van a discutir sobre machismo y feminismo y si el matrimonio es compatible con la felicidad". El estar rodeadas de mansos intelectuales feministas bogotanos, tal vez les ha impedido captar la esencia del machismo autóctono.