Publicado en El Malpensante, Edición N° 154, Julio de 2014
Desde los años ochenta, Belleville es el barrio parisino que concentra la mayor comunidad china. Inicialmente, estos inmigrantes provenían de las regiones campesinas atrasadas del sur de su país y en París lograron una buena situación económica. Liaoning, al noreste de la China, fue por décadas una de las zonas más prósperas gracias a una industria con bastante mano de obra femenina. Cuando empezaron a cerrarse empresas las mujeres fueron las primeras en perder sus empleos.
Desde los años ochenta, Belleville es el barrio parisino que concentra la mayor comunidad china. Inicialmente, estos inmigrantes provenían de las regiones campesinas atrasadas del sur de su país y en París lograron una buena situación económica. Liaoning, al noreste de la China, fue por décadas una de las zonas más prósperas gracias a una industria con bastante mano de obra femenina. Cuando empezaron a cerrarse empresas las mujeres fueron las primeras en perder sus empleos.
Obligadas a
ocuparse de sus hijos y familiares de avanzada edad, muchas piensan que en el
extranjero hay mejores oportunidades, se endeudan, le pagan a una agencia el
trámite de una visa y emigran. En las redes informales Francia tiene reputación
de buen país receptor, con amplias oportunidades laborales. Sólo al llegar a
Paris caen en cuenta de que era un mito y reciben la recomendación de pedir
asilo porque sin un empleo les será difícil obtener el permiso de trabajo.
Lo único que
consiguen es cuidar niños, ser nounous.
Las condiciones de trabajo varían pero, siendo un mercado negro, las
posibilidades de sobre explotación son altas. Las discrepancias de clase y la
discriminación de su país se replican invertidas en la capital francesa y la
acogida que tienen estas mujeres en la comunidad china establecida es precaria.
Cuarentonas o más, sin papeles, sin hablar francés, sin empleo, sin contactos
útiles y, más que endeudadas con la obligación de mandar dinero a sus familias
y volver con ahorros, no tienen muchas opciones distintas a la prostitución.
Son las redes de mujeres de la misma región las que les señalan esa
posibilidad.
Entran al
mercado sin proxenetas y pueden mandar buena parte de los ingresos a sus
familias. El costo que asumen es una mayor inseguridad física en el oficio y, sin
nociones de salud sexual, alto riesgo de enfermedades. Según la ONG “Médicos
del Mundo” que se ha especializado en atenderlas en el Lotus Bus, uno de los principales peligros que enfrentan estas
mujeres, literalmente venidas a menos, es la policía parisina. Desde que en el
2003 la ley francesa prohibió el racolage
(ofrecerse por dinero en la calle) aún pasivo, la presión y el acoso sobre la
prostitución callejera es permanente. La policía las detiene y requisa aún
cuando no están trabajando. Tener preservativos en la cartera se convirtió en
un indicio de infracción a la ley y por lo tanto en una costumbre no
recomendable. Ese incentivo perverso sumado a la inexperiencia de estas señoras
para el sexo con extraños hace aún más frágil su situación. Por temor a ser
acusadas de racolage esperan a sus
clientes en los lugares más oscuros y desprotegidos y se suben a los vehículos
sin ser selectivas, aumentando su vulnerabilidad. El círculo vicioso se cierra
porque, sin papeles, no se atreven a denunciar los ataques que sufren. Deben
protegerse entre ellas. “Si un hombre en particular ha causado problemas,
tratamos de advertirles a las demás … Si una de entre nosotras se ausenta por
mucho tiempo, tratamos de contactarla”.
Los abusos
de una policía bien educada, entrenada y supervisada como la francesa no se
iniciaron con la ley que de hecho penalizó la prostitución callejera hace una
década. Así lo sugiere el testimonio de Clara, una tradicional con unos cincuenta años por aquella época cuando lo
único ilegal era el proxenestismo. Un fin de semana cualquiera se paseaba con
su hijo mayor y se cruzó con un agente que con frecuencia la veía haciendo el trottoir. Una semana más tarde, en su
lugar de trabajo, el mismo policía la interpeló.
- Entonces,
estamos estrenando julot (rufián)
- No, es mi
hijo, y es estudiante
- Le pagas los
estudios con dinero sucio, puedo hacerlo caer por proxenetismo
No es un
caso aislado. Una queja común de las prostitutas francesas es que no pueden
tener novios o amantes permanentes por temor a que la policía las acuse de
mantenerlos y los persiga penalmente. Por la misma razón les parece
problemático cuando sus hijos alcanzan la mayoría de edad.
La
posibilidad de abuso policial sobre las prostitutas depende de la ilegalidad
del oficio, que también determina el acceso a las instancias que las podrían
proteger. En la China, donde está prohibida la prostitución, un infractora
cuenta que “entrábamos al hotel por la puerta trasera y también salíamos por la puerta trasera … Es muy peligroso
cuando llega la policía. Algunas veces cuando estábamos con clientes arriba,
oíamos las sirenas de los carros de policía y quedábamos tan asustadas que
algunas saltaban desde las ventanas o corrían por los tejados. Si nos arrestaban,
nos abusaban. Si el empleador pagaba por sacarnos, teníamos que trabajar más
para pagar la deuda”.
La irrupción
de la mafia en el mercado del sexo cuando la ley lo ignora no es un problema de
sociedades subdesarrolladas. Hasta 1956 el comercio sexual fue legal en Japón y
ya había buenas relaciones entre los dueños de los burdeles y la policía. Eran
comunes las atenciones gratuitas a oficiales claves. Desde que se aprobó la Ley
de Prevención de la Prostitución que la circunscribió a un “coito que se paga”
surgió una amplia gama de servicios paralelos que no entran en la definición:
masajes, jaboneras, centros de moda y salud, y hasta burdeles con
licencia para vender comida y bebida. Por eso se dice que la ley es kahogo (jaula de bambú), que está llena
de huecos. La yakuza, poderosa mafia
japonesa, se apoderó de dos segmentos claves del negocio. La prostitución
callejera y los clubes de citas, un
intermediario telefónico que pone en contacto al cliente con la mujer e indica
el hotel donde se pueden encontrar. En los clubes, los mafiosos manejan a los
usuarios mala paga y disciplinan a las mujeres desobedientes. En la calle, a
estas dos labores se suma la regularización de inmigrantes ilegales.
En los EEUU también
hay evidencia de abusos policiales. “En más de una ocasión, vice officers de Lynwood, Washington,
hicieron que las prostitutas los masturbaran antes de arrestarlas”. En el 2001,
agentes de policía de Pensilvania, “recibieron sexo oral de una masajista antes
de clausurar su establecimiento”. Argumentaron que ese lip service era necesario para recoger evidencia que permitiera su
arresto. “Por lo menos durante una década, vice
cops en Louisville, Kentucky, tuvieron relaciones sexuales con mujeres en
las salas de masajes antes de arrestarlas”. En un condado de Virginia, para
disminuír los daños colaterales, se decidió que sólo los oficiales solteros
debían participar en las redadas a los salones de masajes.
La atracción
de la policía por la prostitución no es sólo carnal, la inteligencia también ha
jugado un papel. Desde su creación a finales del siglo XVIII la police des moeurs francesa ha sido
imitada no tanto por su capacidad para controlar la prostitución sino para
utilizarla como fuente de información. Quien sabe cual podría ser actualmente
el interés de los servicios de inteligencia franceses en unas señoras chinas
obsesionadas por volver a su tierra cuanto antes.