domingo, 6 de noviembre de 2011

Ejemplos del Síndrome de Esto-es-el-Colmo

El Síndrome de Esto-es-el-Colmo (SEC) es una variante colombiana del mundialmente conocido Síndrome de Estocolmo (SE). Se trata de un mecanismo psicológico por medio del cual las personas sometidas a una amenaza contra su vida desarrollan un afecto peculiar, un cariño verdadero, por quienes las defienden y, paralelamente, una antipatía indeleble hacia los causantes del peligro.

Caso Laura Restrepo
En Mi guerra es la paz, Antonio Navarro cuenta uno de esos incidentes que pudieron tener como secuela el SEC. Ante una pregunta sobre su relación con Laura Restrepo, el ex dirigente del M-19 ofrece un interesante relato.
“La conocí a mediados de 1984 el día de la primera conversación de paz en San Francisco. Yo estaba con unos compañeros bañándome en un río cuando vimos aterrizar el helicóptero en el que venía la Comisión de Paz. Cuando íbamos a recibirlos, se armó una balacera entre el Ejército y el grupo de Iván Marino que bajaba por una colina. El helicóptero tuvo que despegar nuevamente mientras los mandos militares daban la orden de parar el fuego. Al volver se bajaron Bernardo Ramírez, Horacio Serpa y Monseñor Darío Castrillón. Y Laura. Pero la tensión seguía. Les dijimos: “Aquí hay un combate, cuidado. Hay que bajar por una loma y hablar con el ejército”. Ramírez y monseñor Castrillón improvisaron una bandera blanca con la camisa del piloto y lograron que no hubiera más bala. En ese momento vi que Laura tenía frío, así que saqué de mi morral una chaqueta camuflada y se la presté. Luego, cuando fui a Bogotá, nos vimos varias veces y nos volvimos novios. Cuando sufrí el atentado en Cali estuvo conmigo, y luego nos fuimos a México y a Cuba”.

El SE , y con mayor razón el SEC, tienen un componente positivo, el vínculo afectivo con el protector, que surge de las pequeñas demostraciones de amabilidad que ayudan a la persona bajo presión a recuperar la tranquilidad. El vínculo, además, puede darse en ambas vías. Quien custodia desarrolla sentimientos recíprocos con la persona protegida.

El SE tiene también un componente negativo de rechazo contra la autoridad que, se cree, es responsable del peligro. En el SEC, como el opositor de quien protege causa un riesgo real, la enemistad transmitida puede ser aún más intensa y persistente. En Laura Restrepo, la antipatía visceral hacia los opositores de su protector parece haber disminuido. El título inicial de su relato de los hechos, la Historia de una Traición, se convirtió en la Historia de un Entusiasmo. Hay incertidumbre en cuanto a la animadversión que persiste.

Sobre la manifestación positiva del síndrome, el cariño hacia el salvador, se sabe que no fue permanente. El mismo Navarro cuenta cómo “en total estuvimos tres años juntos, hasta que un día me dijo: “o te vas de la casa o me voy”. Empaqué mis cuatro corotos y me fui … Mi relación con Laura fue muy intensa. Nos conocimos en un tiroteo, luego vino el atentado y después el viaje a México. Cuando llegó la rutina, creo que la relación fue perdiendo sabor para ella y me botó”. Ya botado, nunca votado, la vida de Navarro dio un vuelco definitivo.
En cuanto a las secuelas sobre el protector de un alivio del síndrome tan rápido como el de Laura, los expertos aún no se ponen de acuerdo. Es probable que, inspirado por otro desamparado, este impasse llevara a Navarro a ver el mundo de una manera diferente, a replantear su estrategia política y a pensar en alguna última travesura antes de buscar acuerdos sobre lo fundamental. 

Caso Olga Behar
El mismo día en que Antonio Navarro le ayudaba a Laura Restrepo a recuperarse de un susto por un tiroteo, Olga Behar estaba aún más cerca de la acción, con Iván Marino Ospina y su grupo.
A diferencia de los rehenes que sufren el Síndrome de Estocolmo (SE) retenidos contra su voluntad, Olga Behar había buscado insistentemente la situación en la que luego correría riesgo su vida. Le había dicho a Alvaro Fayad, “cuando se acerque la firma me llama al noticiero porque quiero ir al monte para bajar con la guerrilla hasta Corinto o el sitio que se escoja”. Como buena reportera, quería estar en primerísima fila, al lado de los rebeldes.

El evento que pudo generar el SEC lo relata ella misma en Las Guerras de la Paz, un libro con título similar al que publicaría veinte años después Antonio Navarro. Colombia ha sido terreno fértil para este tipo peculiar de guerreros pacíficos. A diferencia del relato de Navarro, que hace referencia al romance posterior al incidente, Olga Behar no ha suministrado detalles sobre las secuelas del susto.

“Eran las 11 de la mañana cuando sentimos el ruido de las aspas cerca de nosotros. “Bajemos”, fue la orden y comenzó la acelerada caminata … Íbamos todos muy cargados … Durante más de una hora descendimos por trochas angostas, enredadas en un paisaje paradisíaco de verdes montañas y grises riachuelos … Los guerrilleros cantaban ...
De pronto … la ráfaga. No era un disparo que se había soltado. Era un ataque de frente hacia nosotros. Iván Marino Ospina asumió la vanguardia y recibía la información de su avanzada: “hay unos sesenta hombres, son soldados que nos disparan”. Se tomaron las primeras medidas: “fusiles adelante, pistolas y desarmados atrás” ... El tiroteo era intenso y la guerrilla estaba en desventaja … Ráfagas de metralleta y fusiles y cohetes hacían un dramático coro que duró una hora. El ejército estaría a unos 1.000 metros de nosotros. Mi camarógrafo a unos 100 metros de mí, haciendo las tomas que esa noche, vistas por la televisión, nos pusieron los pelos de punta.

Le pedí a Iván Marino Ospina una chaqueta oscura, para no ser blanco de ataques al moverme ... De pronto, me vi frente a Israel Santamaría, quien me aconsejó “vaya a la retaguardia con los desarmados”, a lo que yo le respondí: “usted no puede ser tan de malas como para morirse aquí conmigo; así es que me quedo, a ver si aprendo algo”. Creo que esa arriesgada decisión le infundió un poco más de confianza. Aceptó y comenzó a indicarme. Nos cubrimos con la pared de una casita blanca. Desde la barandita, Israel puso en funcionamiento su Fal contra algo que se movió en la distancia … “le dí, cayó para atrás”, dijo feliz, pero el guerrillero no tuvo tiempo para celebrar. Después supimos que había herido a un teniente del ejército.
Todos los disparos venían hacia nosotros del lado izquierdo. De un momento a otro salieron desde el lado derecho. “Estamos rodeados” debió pensar todo el mundo … al menos eso pensamos Santamaría y yo. Ya iban a responder los guerrilleros, cuando llegó corriendo un campesino y gritó “no vayan a disparar, es Navarro Wolf que viene del río hacia acá”.

No es arriesgado pensar que después de semejante aventura, de un susto tan monumental, Olga Behar haya sufrido un SEC, y que su impacto haya sido mayor que el de un SE tradicional. En este caso, al pánico hay que sumarle que los guerrilleros no eran captores,  ella los había buscado, se estaban defendiendo de un ataque sorpresivo del ejército, lo hacían en desventaja, poco antes bajaban cantando por idílicos parajes e iban camino hacia un momento histórico. Difícil concebir condiciones más favorables para una impronta indeleble contra quienes sabotearon tan glorioso escenario.

Caso Mª Jimena Duzán

Poco antes de las elecciones de mitaca en marzo de 1982, el M-19 invitó a Mª Jimena Duzán al campamento en las selvas del Caquetá. Luego de varios días “en poder de la guerrilla”, el pánico empieza de madrugada cuando uno de los guardias la despierta: “levántese y póngase las botas. Estamos en una emergencia. Interceptamos una radio de los chulos (Ejército) y oímos que decían avancen”.


En cuestión de segundos la periodista estaba de pie, “temblando del miedo y del susto, en medio de la oscuridad. Dos guardias se pusieron de lado y lado. Pasaban los minutos y ni un ruido se oía en el campamento. De pronto hubo un grito: “Alto, ¿quién es?”. Inmediatamente todos nos tendimos. Y allí estaba yo, sumergida en la inmensidad del fango, con dos tipos armados, en posición de ataque, en una noche sin luna. Ese día sí que ví la muerte cerca . Y todo por un armadillo que se la había pasado por los pies a una guerrillera. Sin embargo, el susto fue de tal magnitud, que cuando clareó y antes de reiniciar nuestra entrevista, le comuniqué a Jaime Bateman que si no me enseñaba a manejar una pistola, me volvería loca”. 


Siendo malicioso, se puede pensar que Bateman ya se había pillado lo eficaz que puede ser un susto bien administrado.
 

Caso Alexandra Pineda

El caso de esta reportera de El Espectador, que fue “invitada” junto con Pacheco para una entrevista a Jaime Bateman constituye una mezcla de las variantes del síndrome. Es sin duda la periodista que mejor ha descrito como se gesta el trastorno, mostrando lo eficaz que puede ser la manipulación por parte de un captor hábil en mezclar amenazas con frescura y gestos cordiales hacia sus invitados. Más que la entrevista, vale la pena transcribir algunas de sus reflexiones sobre el líder del M-19 a lo largo de esa insólita “cita con Pacheco” a mediados de 1981.


“Soltó una tremenda carcajada que estalló como una gran insolencia en medio de aquel ambiente salpicado de temores y amenazas. Tiene una risa fácil, casi permanente , que no desaparece de sus labios ni siquiera cuando está profiriendo amenazas tan terribles como la de impedir las próximas elecciones.


Estábamos allí, frente a cinco hombres y una mujer “armados hasta los dientes” y encapuchados, sentados en la misma mesa con ese costeño indolente y audaz que no parece conocer el miedo de tanto tiempo que lleva conviviendo con él … Y se ríe. Se ríe siempre, se ríe a carcajadas del temor y del peligro que no lo abandonan ni un solo instante de su angustiosa vida de fugitivo. Se ríe de la guerra y del susto que por su culpa se lleva la gente, se ríe del atentado con mortero contra el Palacio de Nariño, pero asegura sin embargo que ama la paz, que la desea y cree en ella. 


Es imposible negar el valor y la honestidad de alguien que se juega la vida cada día y cada noche por un ideal tan noble como la patria”.


Las amenazas de Bateman de sabotear las elecciones le parecen convincentes. “Hay muchas maneras: con unos disparos de mortero ¿cree usted que alguien va a votar a la calle 19?”. El país, según este alegre y belicoso anfitrión va como un tiro hacia la guerra civil, ellos están proponiendo la última posibilidad de sellar la paz, pero de todas maneras siguen haciendo la guerra, “y guerra es guerra, como dijo la monjita”. 


La periodista cierra su reportaje con una reflexión esclarecedora sobre la lógica de los diálogos con los violentos. “Entonces uno piensa que con esa misma sonrisa en los labios es capaz de todo lo que dice: de desatar una guerra y hacer correr la sangre nuevamente pero no sólo en los campos sino en las mismas calles de la patria. O bien de crear las condiciones propias para un golpe de Estado, de convertir a este país en un volcán en erupción, de hacer estallar el polvorín de una terrible lucha fraticida … Y entonces uno se pregunta si no vale la pena evitarlo”. 


Un detalle curioso es que esta entrevista hace parte de una recopilación con un título tan acertado como reconfortante.  


Caso Virginia Vallejo
El amor súbito y contundente de Virginia Vallejo por Pablo Escobar es un SEC más peculiar y colombiano que los anteriores. No tuvo que ver con la violencia física sino con  una manifestación que en el país se ha considerado equiparable: la violencia económica, el flagelo de la miseria. De cualquier manera, fue algo visceral y profundo desde ese momento único que ella misma describe con detalle.

Virginia había buscado una entrevista con Escobar con el fin de pedirle pauta publicitaria para su programadora de TV. El entonces político en ascenso la invita a que lo acompañe a hacer proselitismo en un basurero municipal. El escenario es de espanto y recuerda una sangrienta guerra. “Es el hedor de diez mil cadáveres en un campo de batalla a los tres días de una derrota histórica. Kilómetros antes de llegar ya empieza a sentirse”.

Ante tal atmósfera, que haría “retroceder de vergüenza al más duro de los hombres” el futuro amado avanza victorioso a su lado. La gente grita de entusiasmo. “Es él, don Pablo! ¡Llegó don Pablo! ¡Y viene con la señorita de la televisión!”.

Sensaciones tan fuertes como esos hombres y esas dificultades que enfrentan dejan huellas indelebles. “Junto a esa fetidez omnipresente, la mano guía de él en mi antebrazo transmitiéndome su fuerza … Y ya no me importan ni el hedor ni el espanto de aquel basurero, ni cómo consigue Pablo sus toneladas de dinero, sino las mil y una formas de magia que logra con ellas. Y su presencia junto a mí borra como por encanto el recuerdo de cada hombre que amé hasta entonces, y ya no existe sino él, y él es mi presente y mi pasado y mi futuro y mi único todo”.
Tanto las secuelas positivas del SEC, el apasionado romance con el capo, como las negativas, el desprecio de Virginia por el establishment y la élite de donde habían salido sus amantes anteriores, están relatados con detalle en sus memorias. El contraste entre el redentor y el resto del jet-set es palpable. “En un país donde ninguno de los magnates avaros tiene todavía avión propio, él pone una flota aérea a mi disposición … Hace el amor como un muchacho campesino, pero se cree un semental, y sólo tiene una cosa en común con los cuatro hombres más ricos de Colombia: yo. Y yo lo idolatro. Porque me adora, y porque es la cosa más divertida y exciting que haya pisado la faz de esta Tierra, y porque él no es avaro, sino espléndido”.